-¿Con quién hablas?.-pregunta la madre entrando en la habitación de su hija con una sonrisa.
-Con el hombre del espejo.-responde la niña sin desviar la cabeza para mirarla.
-¿Con quién?.-dice la madre perpleja mientras se sienta junto a la pequeña.Lucia, de apenas siete años, está sentada frente al espejo y señala con la mano hacia él.
-Allí hay un hombre. Está dentro, atrapado, ¿Podemos sacarlo?
La madre contempla el espejo y ve como la imagen de ambas queda reflejada sobre su superficie. Sonríe y mira a su hija, la abraza y le hace cosquillas. Las dos ruedan por el suelo, riendo a carcajadas. Después la niña se pone en pie, se acerca al espejo y coloca las manos sobre él.
-Está triste, quiere salir.
La madre siente un pequeño estremecimiento y se frota los brazos para erradicar la extraña sensación de frío que la ha sobrecogido.
-No hay nadie ahí dentro, cariño.-dice la madre.
-Que tú no lo veas no significa que no esté ahí.-responde la niña secamente.-¿Por qué iba a mentirte?
La madre permanece en silencio observando a su hija que no aparta su mirada del espejo. Ella lo contempla y no descubre nada raro. Aquella misma noche la madre no puede conciliar el sueño y cree escuchar a su niña hablando en la habitación. Se levanta varias veces pero siempre la encuentra dormida. Evita mirar directamente al espejo, teme ver algo diabólico reflejado en él y en una de sus visitas opta por taparlo con una sábana.
Al día siguiente, cuando va a despertar a su hija, encuentra la sábana en el suelo y a su hija sentada frente al espejo, riendo alegremente.La madre, presa de un brote de nerviosismo que no puede llegar a comprender, coge a su niña violentamente y la saca de la habitación. De un portazo cierra la puerta.Lucia llora y patalea en el pasillo. Su madre le ha hecho daño.
-¡No quiero que vuelvas a jugar con el espejo!.-grita su madre crispada.
-¿Por qué? Eres tú la que tienes miedo del hombre que está allí dentro, yo no.
-¡No hay nadie en el espejo!.-dice la madre enfadada.
-¡Sí! ¡Está ahí dentro y es mi amigo!
La madre de Lucía levanta su mano y propina un tortazo a la pequeña, que rompe a llorar desconsolada.
-¡No quiero que te inventes las cosas!.-grita apretando los dientes.
La niña se sienta en el suelo del pasillo llorando desconsoladamente y repite una y otra vez que sí hay un hombre encerrado en el espejo. Su madre, harta de tantas tonterías, la coge del brazo y la obliga a entrar en la habitación.
-¿Dónde está? ¿Ahí dentro?.-vocifera la madre señalando al espejo.
-Sí, pero tú no puedes verlo.
-¡No digas tonterías!.-grita la madre a punto de perder los nervios.-¡Voy a demostrarte que no hay nadie ahí dentro!
-No hagas nada mamá, por favor, ahora está enfadado porque me has hecho daño.
Su madre no le escucha. Coge una pequeña silla y se dispone a estrellarla contra el espejo.
-¡No mamá, por favor! ¡No lo hagas!.-advierte la pequeña entre sollozos.
-Ya verás que no hay nadie. ¡Se acabaron las tonterías!
La madre lanza con fuerza y furia la silla que vuela por los aires hasta golpear violentamente el espejo que se rompe en múltiples fragmentos.En ese momento estoy libre.
Antes de que la madre pueda verme alargo los brazos y agarro la cabeza de la mujer, que dirige sus ojos hacia mi rostro. Grita despavorida.La elevo en el aire y la lanzo para que su cuerpo cruce la habitación y se golpee en una de las paredes. La pequeña niña me observa en silencio.La madre se levanta horrorizada y me mira abriendo los ojos asustada. Me dirijo hacia ella y oigo como grita aterrada. Pierde el conocimiento.Me doy la vuelta y me acerco a la niña. Ella no me tiene miedo. Me mira con dulzura. Es mi amiga.La agarro de la mano y camino con ella fuera de la habitación. Cruzo el pasillo y me doy cuenta que en la entrada de la casa hay un amplio espejo. Me detengo y me miro en él. Solo me observo a mí mismo, descubriendo que mi rostro diabólico y espeluznante no ha cambiado con los años. Sé que tras el espejo hay otros seres como yo, esperando el momento de su liberación.
-¿A dónde vamos?.-pregunta la niña.No le respondo. Abro la puerta de la calle pero ella me detiene.
-¡Quiero ir con mi mamá!
La observo en silencio con una expresión triste; ella intenta correr hacia su habitación pero yo la detengo. Oigo risas siniestras procedentes del espejo de la entrada, pero evito mirar hacia allí.Tiro de la niña y me la llevo. Ella intenta zafarse pero la agarro con fuerza. Dirijo mi maligna mirada hacia la pequeña y noto que está asustada.
-Nunca debiste jugar con el hombre del espejo.-le digo mientras caminamos perdiéndonos en las sombras de una terrible oscuridad.
3 comentarios:
Que escalofrío me pasa a mi con mi hija y me muero del susto.
¡Excelente y extraño a la vez! He colocado la página en favoritos, espero que sigas compartiendo mas relatos. Besos
¡¡Los pelos de punta!!Una amiga me ha enviado la dirección por mail y, la verdad es que me aconsejó este relato. Creo que a partir de ahora voy a mirar los espejos de otra manera :)
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