¡¡Yo te maldigo, Bruja!!

Isabel era una mujer mayor, casi podía considerarse una anciana pero en realidad su edad no era tan avanzada. Vivía en el bosque, en una pequeña cabaña de madera, ligeramente apartada de la civilización. Su aspecto era vulgar y descuidado, cualquiera que la viera la consideraría un alma descarriada que vestía con harapos y apenas conocía la higiene. Su cuerpo despedía un olor nauseabundo y su piel, sobre todo la de los brazos y piernas, tenían mugre.

Llevaba el pelo enmarañado. Tenía canas, pero como he dicho, no era una mujer demasiado mayor. Si uno se fijaba bien, podía descubrir bajo los ropajes harapientos, el cuerpo de una mujer que algún día, si se lo propusiera, podría ser bella. A nada que prestaras un poco de atención, percibirías la firmeza de unos pechos grandes, que buenos ratos habrían hecho pasar a cualquier hombre sediento de un cuerpo repleto de curvas sugerentes. Pero quizá lo que más llamaba la atención de Isabel eran sus ojos: Azules como el cielo, limpios como la mar. Estaban llenos de vida, lo que no deja de ser curioso teniendo en cuenta que Isabel llevaba varias semanas muerta.

De este “pequeño” detalle el forastero no se dio cuenta, y tampoco se lo vamos a reprochar porque, que yo sepa, en este preciso momento solo hay tres personas que conocen a ciencia cierta que Isabel ha muerto.
Evidentemente yo lo sé pues soy quien está escribiendo esto y conozco prácticamente todos los detalles, salvo los más oscuros. La segunda persona que sabe la realidad eres tú y te hago cómplice de este tormento. Pero quien más información tiene de todo esto es, naturalmente, la persona que la mató, cuya identidad ambos desconocemos.
Aunque pueda parecerte extraño, Isabel cree que sigue viva y continua haciendo las labores habituales de su vida mundana. Esta mañana ha cobijado a un gato que, curioso el animal, se ha acercado hasta la cabaña atraído por el olor que despedía un gran caldero, cuyo contenido se estaba cociendo a fuego lento. También ha curado el ala rota de un pájaro que se resguardaba bajo un árbol, a pocos metros de la puerta de su cabaña. En estos momentos regresa del pozo que se halla a varios metros de distancia. Y es así, precisamente así, como el forastero se la encuentra.

-Buenos días.-saluda el joven mirando a la mujer. Isabel no levanta la mirada y tampoco detiene su paso. Pasa junto al forastero como si no lo hubiera visto, como si no lo hubiera oído. En realidad, lo hace como si el hombre no existiera.

-Perdone señora, pero necesito de su ayuda.-El forastero lo ha intentado otra vez pero observa estupefacto que la mujer de ropajes harapientos se introduce en su casa y cierra la puerta. Se encamina hacia allí. Necesita hablar con ella.

-¡Señora!, Por favor, ¿Podría prestarme su ayuda? El coche se me ha parado y necesito hacer una llamada de teléfono, ¿Tiene teléfono ahí dentro?
El forastero miente.

-¿Señora?

Mientras el visitante recibe como respuesta un silencio que le parece eterno, una pequeña brisa se levanta y lacera las hojas de los árboles que oscilan durante unos instantes. Ve un pájaro posado en una rama que parece observarlo con interés. Escucha el maullido de un gato pero no acierta a descubrir dónde puede estar oculto. El forastero respira al percibir el suculento aroma que procede del interior de la casa.

Empuja la puerta. Se abre, lentamente.

El forastero encuentra a Isabel junto a un gran caldero, dando vueltas al líquido espeso que se está calentado en su interior. La mujer se da la vuelta y le observa durante unos segundos, petrificándolo con la mirada. El hombre se siente intimidado y tú, en su lugar, también lo estarías.

Lejos de huir aterrado ante la penetrante mirada de Isabel, el hombre se sienta en una vieja silla de madera; apoya las manos sobre la mesa. Comienza a sudar copiosamente y comprueba que hace mucho calor en la casa. Pide a la mujer que abra una ventana, pero Isabel continua cocinando. Le da la espalda al forastero, algo que el hombre agradece porque no quiere sentir de nuevo la estrambótica mirada de aquella enigmática y silenciosa mujer.

Isabel pone un cuenco frente a él. Un líquido amarillento humea en su interior. Parece sopa o una especie de caldo algo pastoso. El forastero lo prueba. Está muy caliente pero el gusto resulta agradable. Se lo toma, bajo la atenta mirada de Isabel. Sus ojos azules, vivos y hermosos, no pierden detalle. El hombre se estremece y desvía la mirada, clavándola sobre el cuenco. Su trabajo ya está hecho pero no quiere que la cosa vaya más allá. No sabe si ha obrado bien, quizá se ha equivocado al formar parte de la confabulación.

La puerta se abre de improvisto y el hombre mira sin sobresaltarse hacia allí. Los dos amigos del forastero irrumpen en la casa, tal y como estaba planeado. Isabel no se mueve ni un milímetro. Los hombres la cogen por los brazos y la levantan para tirarla sobre una vieja cama. Isabel mira a los individuos que se burlan de ella y la insultan. La llaman vieja. La llaman bruja. Esas cosas no le hacen daño. El forastero evita mirar la escena y se levanta. Ha consumido toda la sopa.

Oye a sus amigos reírse y escucha como la ropa de la mujer se va desgarrando. Ella no grita, no muestra dolor ni ofrece resistencia. Isabel se limita a observar a aquellos hombres con sus preciosos y grandes ojos azules.
El forastero intenta salir de la casa, pero cuando lo va a hacer un gato negro aparece súbitamente bajo el umbral. Lo observa muy detenidamente. El hombre siente un pequeño estremecimiento. Hay algo extraño en aquél animal, pero no podría acertar qué puede ser.

Escucha los jadeos de sus amigos, las carcajadas que producen sus gargantas rotas y echa un vistazo. Apenas puede ver a la mujer, sepultada bajo el cuerpo de los dos hombres, que hunden sus cabezas en la desdichada. Esto no tenía que haber pasado.

Ahora el forastero se arrepiente de haber participado en el plan. Distraer a la mujer había sido fácil pero se sentía culpable, culpable y despreciable. Nunca debió acceder.

Con las manos en los bolsillos, echa un vistazo a la cabaña. Por alguna extraña razón, el gato de la puerta le había asustado y prefiere aguardar un poco más antes de marcharse. Poco hay que ver y permanece en silencio observando el caldero, un fuego lento baila bajo él. Recuerda el delicioso sabor de la sopa y se acerca hasta allí. Agarra un palo, el mismo que tuviera en las manos la mujer pocos minutos antes, y le da vueltas. Nota algo bajo el caldo.

Con cuidado para no quemarse, coge una larga cuchara de madera y trata de sacar el bulto que parece existir en el fondo. La verdad es que el forastero siente curiosidad por descubrir de qué está hecha la sopa. Su paladar ha disfrutado con un sabor que sencillamente le ha parecido exquisito.
Cuando se encuentra trasteando en el contenido del amarillento líquido, algo vuela por los aires y cae al interior del caldero. El caldo salpica al forastero que se lleva las manos a la cara tras recibir el impacto de las gotas que le queman y le hierven la piel. Escucha otro chapoteo y vuelve a notar el impacto del caldo cayendo sobre su cuerpo. Se echa para atrás preso del dolor y se gira.

Sus dos amigos se encuentran tirados en el suelo, rodeados de un gran charco de sangre. Sus cabezas no están pegadas a sus cuellos. Ni siquiera pueden verse junto a los cuerpos. Instintivamente, con las manos agarrotadas y la cara enrojecida, da unos pasos para ver qué es lo que ha caído en el caldero. Su imaginación le ofrece una respuesta escalofriante. Finalmente opta por no mirar.

El forastero otea en derredor en busca de la mujer pero no logra localizarla. Decide salir de allí, huir acompañado del espanto que supone ver los cuerpos de sus amigos decapitados. Quizá se lo merecían, pero eso no mengua la repulsión que siente ante tan atroz visión.

Se encamina hacia la puerta principal. El gato negro sigue allí, y lo mira con curiosidad. Esta vez al forastero no le importa su presencia. Le da una patada y el animal vuela por los aires maullando de dolor hasta que a varios metros consigue caer al suelo. El gato corre despavorido, huye entre los árboles.

El forastero escapa en otra dirección, sin mirar hacia atrás, teniendo la sensación de que la mujer le está observando. Consigue llegar hasta el coche. Se sube a él y arranca, percatándose de que sus manos le tiemblan. Abandona el lugar sin poder despojar de su mente los cuerpos inertes de sus amigos, cuyas cabezas han sido cercenadas por una diabólica mujer.

Aquella misma noche las pesadillas atormentan su cabeza. Apenas puede conciliar el sueño. Sus amigos decapitados aparecen para burlarse de él; se ve a sí mismo en la cabaña, junto a la silenciosa mujer, saboreando una exquisita sopa; el maldito gato negro lo observa en la oscuridad…

El forastero lo pasó francamente mal la primera semana. Está convencido que aquella mujer es una bruja y que lo ha maldecido. Su estómago no acepta apenas comida o bebida y comienza a adelgazar a un ritmo vertiginoso. Los médicos rechazan la posibilidad del cáncer y la idea de la maldición va cobrando fuerza en su interior. El hombre se siente muy mal, cada vez peor. Suda cuantiosamente, no puede quitarse la imagen de Isabel de su cabeza. Tiene que hablar con la mujer, acabar con toda esta historia pero, ¿Y si ella le cortaba la cabeza?

Un mes después, cuando sus fuerzas son ya escasas, toma la decisión de acercarse hasta la cabaña para zanjar el asunto. Sale del coche y da tumbos, las piernas apenas soportan el peso de su cuerpo; se interna en el bosque. Anda durante considerable tiempo; está completamente desorientado. Nota una brisa suave acariciando su rostro y lo agradece cerrando los ojos; sigue caminando, hasta que la noche irrumpe de manera inesperada.

El forastero se ve rodeado de herméticas sombras y cree escuchar el maullido de un gato, pero no puede asegurarlo. Completamente perdido, no sabe hacia dónde se dirige ni tampoco sabe cómo regresar a su coche. Cuando está exhausto y a punto de desistir, ve al fondo una pequeña luz. Hacia ella va.
Sonríe al descubrir que por fin ha encontrado la cabaña. Se detiene unos instantes y coge la pistola que guarda en su cintura. Nadie ha dicho que el forastero sea una persona de la que fiarse. Intuye que acabar con esa mujer puede ser la solución a sus problemas.

Empuja la puerta lentamente. Ve a Isabel junto al caldero. Se acerca hasta ella. La mujer no detecta su presencia. O quizá sí.

El forastero alarga la mano y coloca el cañón del arma sobre la cabeza de Isabel.

-Maldita bruja.-masculla entre dientes.-Yo te maldigo.

Aprieta el gatillo pero el forastero no escucha la detonación. Vuelve a repetir la operación pero el arma no se dispara. Mira aterrado la pistola. Isabel se gira pausadamente y su envejecido rostro, con esos vivos ojos, azules como el cielo, limpios como la mar, observan con atención al visitante. Sus labios agrietados muestran una mueca que el hombre interpreta como una sonrisa.

El forastero da un paso atrás e Isabel le da la espalda, confiada. Llena un cuenco con el contenido del caldero y lo deposita sobre la mesa. El hombre se sienta frente a él, nota el apetitoso aroma del caldo, como la otra vez. Lo prueba con cuidado, para no quemarse. Isabel se sienta a su lado y permanece en silencio, mirándolo.

Cuando el forastero apura el contenido del cuenco advierte que la mujer le agarra la mano, una mano fría como la muerte. Intenta levantarse pero no posee fuerzas para hacerlo y permanece sentado, inmóvil. El gato negro se sube sobre la mesa y ronronea frotándose con Isabel. El hombre quiere hablar pero de su boca sólo salen sonidos ininteligibles. La mujer se incorpora. Sale de la casa. El forastero continúa sentado, aunque hubiera querido no habría podido moverse. Escucha un ruido extraño y mira hacia el caldero. Su contenido está hirviendo. Por fin puede levantarse.
Mira por la pequeña ventana y ve a la mujer que camina con dilación hacia el pozo, con un cubo en la mano. Sale fuera para contemplarla. Isabel se detiene y vuelve hacia atrás la cabeza para observarle. El forastero siente un frio intenso resbalando por su espalda. Entonces pierde de vista a la mujer. ¡Estaba allí y al instante después no la ve por ninguna parte!
Con el ceño fruncido, sabiendo que algo extraño está ocurriendo, el forastero sale de la casa y se encamina hacia el pozo. Mira en derredor convencido de que miles de ojos lo están observando pero no puede encontrar a nadie entre los árboles. Echa un vistazo hacia el fondo del pozo y se encuentra con una arcana oscuridad… hasta que sus ojos pueden habituarse a la ausencia de luz. Hay algo allí abajo.

Regresa a la casa y aparta al gato que se cruza en su camino. Busca entre los enseres hasta encontrar varios trapos. Cuando sale de la casa escucha que las llamas bajo el caldero crepitan, pero no le da importancia, hay cosas más importantes que hacer. Coge una rama y enrolla en uno de sus extremos los trapos, después, con ayuda de un mechero, le prende fuego.

Con esta antorcha improvisada, el forastero se aboca de nuevo al pozo y se asoma, estirando el brazo hacia su interior. No es tan profundo como en un principio le había parecido.

Observa con atención, teniendo el suficiente cuidado como para que la llama de la antorcha no prenda sus cabellos. Descubre horrorizado el cuerpo de la mujer medio hundido en el agua. Maldice entre dientes la mala suerte de la desdichada. Ha caído boca abajo, la cabeza está hundida en el agua, quizá ya ha muerto pero si se da prisa tal vez pueda salvarla.

No muy convencido de lo que está a punto de hacer, el forastero examina el pozo y deduce que si salta al interior no podrá subir de nuevo. Regresa a la casa y busca una cuerda pero no la encuentra por ninguna parte. Se fija en la cama, la misma donde sus amigos han abusado de la mujer, la misma junto a la que los dos hombres encontraron la muerte. Duda unos instantes pero finalmente hace jirones las sábanas y une varios extremos con fuertes nudos. Regresa al pozo.

Con un trozo de sábana ata un extremo de la antorcha y lo deja caer para que el interior del pozo se ilumine. Echa un vistazo y no duda en ningún momento que la mujer ya ha muerto, pero se siente obligado a sacarla de allí. El forastero se lleva un buen susto cuando el gato salta a su lado y comienza a caminar subido en el borde del pozo. Maldice entre dientes pero prosigue con su labor.

Baja con precaución, temiendo que en cualquier momento los nudos de las sábanas no resistan su peso, pero sin mayores problemas consigue llegar abajo. Sus piernas se hunden en el agua hasta las rodillas. Toca el cuerpo de Isabel. Está helado. Le da la vuelta.

Pega un respingo al descubrir el rostro desfigurado de la mujer. Se llena de horror y comienza a sentir arcadas. Apoya sus manos en la pared seca del pozo. Ahora se percata del nauseabundo olor que le rodea y que hasta ese preciso instante le había pasado desapercibido. Su cabeza está a punto de sufrir un mareo y procura tranquilizarse sin poder apartar la mirada del cuerpo de la mujer.
Está muerta, sin duda, pero por el aspecto del cadáver, la maldita bruja lleva varias semanas convertida en fiambre.
Y ésta es la parte que el pobre forastero no puede entender. ¡Estaba tan viva como él hacía apenas unos minutos! Siente un profundo escalofrío que atenazan sus músculos y nota que el mundo se abre ante tus pies. Sale del pozo horrorizado. Arrodillado ya en tierra firme, deja que su estómago se retuerza y vomita ante la atenta mirada del gato que observa el suculento manjar que aquél desconocido hombre tiene el detalle de prepararle. Maúlla en señal de agradecimiento, pero el forastero no responde.

Se levanta asqueado por la terrible visión del cadáver y al mirar hacia la casa ve a una mujer que entra en la cabaña. Se pone en pie rápidamente. Su imaginación debe haberle jugado una mala pasada porque juraría que se trataba de Isabel.

Sacude su cabeza y echa un vistazo al interior del pozo. El cuerpo sigue allí; al haberle dado la vuelta, no puede evitar que el rostro putrefacto del cadáver lo mire desde el fondo. ¿Cómo se podía haber caído allí? Pero Isabel no se había caído, la tiraron.

Corre hacia la casa con la pistola en la mano. Oye un ruido a sus espaldas y se gira sobresaltado. Isabel se halla junto al pozo, regresa con el cubo lleno de agua.

El forastero camina de espaldas a la cabaña observando detenidamente a la mujer, que se acerca deambulando, embutida en una profunda tristeza que puede desprenderse de una rápida lectura de su rostro. El hombre no da crédito a lo que ve. La mujer parece viva pero él ha visto su cadáver en el pozo.
Entra en la cabaña y cierra la puerta completamente amilanado. Entorna los ojos y se da la vuelta. Apoya su espalda en la puerta mientras respira con dificultad y procura ordenar sus pensamientos. Al mirar hacia delante su corazón está a punto de abrirse paso entre el pecho. La mujer está junto al caldero, agitando su contenido. Le envía una mirada amable con aquellos ojos azules como el cielo, limpios como la mar.

Isabel llena un cuenco con el caldo y lo coloca sobre la mesa. El forastero, con el miedo como único aliado, mira por la ventana y ve que la mujer se está acercando a la casa, con el cubo lleno de agua. Mira hacia el caldero y ve a Isabel llenando un nuevo cuenco de sopa. Horrorizado, con el alma erizada y la cabeza a punto de estallar, se da cuenta que sobre la cama yacen los cuerpos de sus dos amigos, con las cabezas arrancadas que se encuentran en el suelo, mostrando muecas horribles.
El forastero se lleva las manos al pecho, el corazón le duele. La mujer entra por la puerta con el cubo de agua que deja junto al caldero. Isabel llena un nuevo cuenco con el caldo y lo deposita sobre la mesa. Ya hay tres.

Agarrando la pistola, el forastero mira a las dos mujeres. ¡Son exactamente iguales! Una tercera mujer entra en la cabaña. Y después lo hace una cuarta. Todas visten igual, todas tienen el mismo demacrado aspecto. La misma ropa, el mismo rostro, los mismos ojos…

Las cuatro mujeres permanecen en silencio observándolo. Sus rostros apáticos y tristes, sus expresiones apagadas, obligan al forastero a sentarse en la mesa. Sin duda comienza a volverse loco.

Le ofrecen una cuchara y degusta el contenido del cuenco. Cuando lo termina toma parte del segundo. Al levantar la cabeza se sobresalta al verse solo. Mira por toda la casa pero no encuentra a nadie, tampoco están los cuerpos decapitados de sus amigos. Solo él… y el gato negro, que lo huronea con interés.

El gato ronronea y se acerca al forastero, que lo acaricia. El felino se revuelve y le lanza un zarpazo. El hombre grita de dolor y retira el brazo. Le dispara dos veces pero erra ambas ocasiones. El gato ha desaparecido.

Con la mano sangrando a causa de los profundos arañazos, el forastero se llena de rabia. Harto de todo, sabedor de que está maldito por la bruja, el forastero comienza a disparar sin ton ni son, como si las balas de acero pudieran perforar los cuerpos de los fantasmas… cuando la pistola pierde toda munición, la arroja contra una de las ventanas.

Desquiciado por una situación que no entiende, abrumado por los últimos acontecimientos, comienza a dar patadas a todos los enseres. Derriba la mesa y con ella los cuencos de sopa, que se esparcen por todo el suelo. El forastero destroza toda la cabaña, rompe muebles y tira a cubiertos, platos, ropa, todo lo que encuentra a su paso. Se acerca al caldero y le propina una patada, pero no consigue derribarlo. Coge una silla y la lanza sobre él, después lo empuja a riesgo de quemarse las manos, pero ya no le importa absolutamente nada.

El caldero se da la vuelta y todo su contenido se vierte. El caldo llega hasta tus pies y junto él… algo más.
Una cabeza humana. Algo que al forastero no le sorprende. La coge entre sus manos.

Abre los ojos estupefacto al comprobar que esa cabeza ¡¡era la suya!! ¡Imposible!!

Deja caer su propia cabeza y se arrodilla en el suelo con la sensación de no entender absolutamente nada. Ve al gato negro que asoma la cabeza tras el caldero y lo observa con una mirada risueña, pero el forastero no quiere prestarle atención. Tiene otras cosas por las que preocuparse.

Intenta encontrar una explicación pero su propia cabeza le mira desde el suelo, con los ojos muy abiertos y una expresión agónica. Ahoga cualquier posibilidad de entenderlo.

Sale de la casa. Mira hacia el pozo y comprueba que en su interior permanece aún el cuerpo podrido de la mujer.

-Maldita bruja, ¡¡te maldigo!!

Al girarse, el forastero ve a dos hombres aparecer de improvisto dirigiéndose hacia la cabaña. Han surgido de entre los árboles. Suspira aliviado y sonríe agradecido de ver a alguien más en aquel odioso lugar. Pero su rostro se congela al reconocer a los extraños visitantes. Son sus dos amigos, los mismos que han perdido la cabeza días atrás.

Sin poder comprender absolutamente nada, el forastero los llama pero los dos hombres no le hacen caso alguno, quizá no le han oído, Grita de nuevo y sus amigos se detienen frente a la puerta. Hablan entre ellos. El forastero se acerca.
-Supongo que Angel habrá hecho su parte, ¿no?
-Por supuesto. Nos lo vamos a pasar muy bien.

El forastero, o Angel, pues ya conoces su nombre, intenta llamar su atención pero los dos hombres no pueden verle. Comprendiendo que algo no encaja en todo esto, permanece en silencio y entra en la cabaña siguiendo los pasos de sus dos amigos.

Ven a la mujer junto al caldero, dándole vueltas a su contenido. Los compañeros de Angel respiran el aroma que desprende el caldo y se miran entre sí. Toman asiento e Isabel les coloca dos cuencos de sopa que los recién llegados disfrutan, acompañados de una amplia sonrisa.
Isabel sigue sin tener conciencia de su muerte y no puede sospechar que su cuerpo yace en el fondo del pozo. Hasta que eso cambie, seguirá disfrutando de la visita de extraños visitantes…

Sin embargo, para los ojos de Angel, nuestro querido forastero, la escena es muy diferente.

La cabaña está destrozada, tal y como él la ha dejado momentos antes. El caldero permanece en el suelo y su contenido derramado. El gato negro mordisquea la cabeza cortada del forastero. Un manto negro comienza a cubrir su mente, que se va nublando poco a poco. Sus rodillas se clavan en el suelo, la vista se le va apagando, pero tiene tiempo de ver como el gato gira su cuello y se lame la cara; le observa atentamente y parece que le ha guiñado un ojo, uno de esos pequeños y preciosos ojos, azules como el cielo, limpios como la mar.

22 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy os dejo un relato que ya desde su titulo se vislumbra que es algo extraño. Confieso que he disfrutado bastante con esta historia que puede parecerte un sin sentido pero que lo tiene, sin duda.

Espero que te guste y que te diviertas y, si te apetece, cuando acabes de leer el relato piensa un poquito en él, seguro que logras atar cabos.

Las escenas han ido apareciendo en mi cabeza y así las he intentado reflejar, espero que haya sido capaz de trasmitirlas.

Hay algo curioso en este relato. La idea original era escribir una historia de tres o cuatro páginas, pero por algún motivo el relatro no quería acabar y ha ido girando y girando hasta quedar tal y como está, con un final que no era el pensado ya que tres o cuatro alternativas se han ido descartando, bueno, yo no lo he hecho sino los verdaderos protagonistas de esta historia que se queda en el aire, para que el lector juegue con su imaginación.

He notado la presencia de Isabel y, sobre todo, he respirado su aplastante tristeza, mientras escribía \\\"¡Yo te maldigo, Bruja! y, naturalmente, el desconcierto de Angel. ¿Y tú?

Anónimo dijo...

Rain me quedado estupefacta, que forma de narrar tienes parecia que sería demasiado largo al ver tantas paginas de primera y se lee de una vez, no me esperaba lo del gato y me hadado asquito lo que insinuas del vomito y lo que del forastero se este zampando aél mismo tambien. Muy bueno.

Anónimo dijo...

Tengo los ojos de la bruja metidos en la cabeza los veo por todos los lados, menuda hitoria para contar en Halloween

Anónimo dijo...

Hola Rain: La verdad que no lo largué hasta que terminó y la historia me atrapó de entrada.
Todos muertos y sin saberlo. Es como vivir el sueño dentro de otro sueño. Y ni te percatas de que en realidad estás soñando. Y que lo que parece real en realidad no lo es jajajaja.
Un abrazo
Adri

Anónimo dijo...

¡Qué curioso lo que comentas! Hay veces que un relato nos obsesiona y hasta que no terminamos de desarrollarlo nos rebota en la mente como buscando una salida, y sin embargo en otros casos parece escribirse solo, como si los que escribimos fuésemos tan sólo un mero intermediario. Yo también he tenido esa sensación en alguna ocasión.

Me ha gustado el relato, es extenso pero resulta de facil lectura, y extraño según se mire. Pero por lo general lo extraño es diferente, y lo diferente original. No es facil crear algo así.

Un saludo ;)

Anónimo dijo...

BUEN REALTO PARA HALLOWEN YPARA ESCUCHAR EL PRIMER DISCO
DE SABBATH,SI QUERES HACER UNA LINK TE INVITO A QUE ESCUCHES
COMO EMPIEZA Y EL DESARROLLO DE LA LETRA \\\"NOCHE DE WALPURGIS\\\"
DE WWW.LOSPSICOTROPICOS,BLOGSPOT.COM MI BANDA,NO DE HEAVY SINO
MAS BIEN DE PSICODELIA,Y SEGUI ESCRIBIENDO Y MANDAME UN MAIL
CUANDO ACTUALIZAS,SI QUERES.FELIZ NOCHE DE SABBATH Y WALPURGIS.
VINCENT

Anónimo dijo...

ro excelente relato Rain, ideal para contar en una noche de tormenta.

Salu2

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Me ha gustado, aunque me parece demasiado largo.. Me queda alguna duda, por ejemplo:
EL forastero entra en la casa armado con una pistola, con la firme intención de volarle la tapa de los sesos. Sin embargo finalmente no logra su cometido.
¿Por qué motivo, momentos despúes intenta salvarla de una muerte segura cuando la encuentra en el fondo del pozo?
Un poco lioso, aunque me ha gustado.
Un saludo

Anónimo dijo...

Gracias por todos vuestros comentarios y ánimos.

Vincent, ya tienes el link colocado en el blog.

Amigo Jorge, la verdad es que admito que el relato es algo lioso pero todo tiene su razón de ser, aunque hay muchas cosas que no se explican en el texto. El forastero está destrozado interiormente, por una parte piensa que la mujer le ha embrujado y quiere matarla para acabar con la maldición, pero también se siente culpable por haber participado en la violación. Sus sentimientos van y vienen y para él no es lo mismo lo que decide cuando no está en el escenario y lo que hace una vez se encuentra allí.

En fin, me alegra que os haya gustado a todos.

Anónimo dijo...

Muy bueno, me lo he pasado como una niña y he disfrutado hasta el final. Tenia la impresion de que el forastero estaba muerto desde el principio pero aun asi me ha gustado, es divertido, se lee muy bien y no deja de sorprender, sobre todo porque se te quedan las imagenes de la mujer, de la cabaña, el bosque, el gato, el caldero, creo que has escrito un buen relato y por eso te felicito.

Anónimo dijo...

Peazo relato, raro, muy bueno.
Saludos.

Anabel Botella dijo...

Un buen relato, de verdad que sí. Puedes pasarte por mi blog porque hay un premio para ti.
Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

Anabel Botella dijo...

Hola, soy yo de nuevo. Anoche cuando pasé por aquí vi que tenías un premio para mi blog. Muchas gracias por acordarte de mis ángeles. No sé si habrás recibido una crítica mala, pero no debes de hacer caso, porque tienes estilo y sabes llevar al lector más allá de las páginas. Hay gente que piensa que esto de escribir es una media hora al día. Y tanto tú como yo sabemos que se necesitan muchas horas de esfuerzo. Y sólo por eso, cualquier persona merece un respeto. Y el tuyo, además de escribir, es por hacerlo bien.
Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

Gara dijo...

Acsbo de encontrar tu blog y chico te felicito, he disfrutado hasta el final del relato, escribes tan sumamente bien q puedo decirte q lo haces vivir en primera persona.

Te sigo, me encanta.

Besos

Toxicmen dijo...

muy buena historia me ha encantado... xD http://notas-del-silencio.blogspot.com/

Seo dijo...

una historia peculiar. he de decir que me gustú mucho, tal vez un poco larga para leerla de un tiron, pero no podía dejar de leer porque no me imaginaba el final y habia que descubrirlo,jjee... genial¡¡

un saludo

Ms. Davis dijo...

me encanta, como casi todo lo que escribes rain, me encanta por que te deja pegado al haciento deslizando los ojospor las lineas sin tene control sobre ellos, me encanta, por que a ratos tienede hacer un poco inconexo, y a pesar de que yo adoro tener todas las respuestas, no hay nada mejor para este tipo de relatos que dejar cabos suleto.

me canta como te hacen responsable de tu pael de narrador y tomas conciencia de tus lectores incluyendoloes en el ralato, definitivamente esta exelente

Andres Pons dijo...

Eres un escritor notable.
Felicidades.

Anónimo dijo...

¡Buf, estupendo!
Me ha gustado de verdad...
¡cuida con las miradas de ojos azules, eh!

ENCANTADORA DE DEMONIOS dijo...

Es una fiel manera de reflejar lo que a veces nos pasa en nuestras vidas, el no poder cortar con situaciones que nos hacen daño, a pesar de saberlo.
Por lo menos, eso es lo que a mi me ha reflejado y lo que he sentido.
Me ha gustado mucho.
Un besin.

estoy_viva dijo...

Sigo felicitandote por tan brillante imaginacion y lo bien que narras las historias es que no puedes dejar de leer hasta el final.
Un gustazo leerte.
Con cariño
Mari