Segunda Semana de Noviembre de 2008
Mi nombre es Tom Carella y atesoro la necesidad de escribir unas líneas, aunque cada vez tengo menos esperanza de que alguien pueda leerlas. Sin embargo, mantengo la llama de la ilusión encendida para que el mundo que hoy se ha vuelto completamente loco, algún día retome las riendas de la coherencia y la razón.
Soy un superviviente y un pálpito en mi interior me susurra que quizá en el exterior haya gente como yo, que lucha contra el horror para defender nuestro mundo o que, en realidad, se oculta para no ser encontrado.
Lo que vas a leer a continuación es la historia de mi vida…
Estoy aterrorizado, el miedo atenaza mi interior. Llevo varias semanas encerrado en un sótano. Durante días lo he provisto de los suministros necesarios para sobrevivir durante algún tiempo, pero tarde o temprano el agua o los comestibles se acabaran y entonces me veré obligado a salir al exterior y no quiero encontrarme con el horror del que me he escondido.
Hace tiempo que no escucho gritos pidiendo auxilio y sospecho que no queda nadie vivo por los alrededores; oigo como ellos arrastran los pies, intuyen que estoy aquí, probablemente me huelen, me sienten, y saben que sólo es cuestión de tiempo para que abandone este maldito lugar. Me están esperando. Yo también los puedo sentir. A través de las paredes se filtra su nauseabundo olor y me imagino una hilera de apestosos muertos vivientes haciendo guardia frente a la entrada del sótano.
Desde hace dos días dejaron de dar golpes en la puerta y pensé que se habían rendido, pero ahora comprendo que simplemente aguardan a que yo abra voluntariamente esa puerta. Y sé que algún día tendré que hacerlo.
Mientras llega ese momento, con lágrimas en los ojos, me dispongo a dejar constancia del exterminio al que ha sido sometido la Humanidad, pues mucho me temo que, con el tiempo, nadie quedará con vida sobre la faz de la Tierra pero, aún así, confío en que, algún día, algo cambie en la superficie, que los muertos regresen a las tumbas de las que nunca debieron salir, que todo vuelva a la normalidad. Si esto ocurre, tal vez pueda volver a ver la luz del sol, a respirar tranquilidad, pero me temo que ellos están preparando su definitivo ataque. Si se impacientan entrarán, irrumpiendo con violencia extrema, buscando mi cerebro para masticarlo con sus dientes rotos y podridos.
No sé de cuánto tiempo dispongo, por esa razón he decidido escribir todo lo que ha ocurrido en los últimos meses, para dejar constancia de que al menos un hombre luchó por sobrevivir y aguantó oculto como un cobarde mientras los muertos caminaban por las ciudades, sembrando la muerte y la destrucción. Sí, que quede constancia que yo me escondí, pero no como un cobarde, sino como un soldado que luchó por ser un superviviente. Que así se me recuerde.
24 de Abril de 2008
Todo comienza esta mañana. Es posible que en otros sectores la plaga haya surgido anteriormente, incluso aquí, en mi ciudad, pero para mí todo se derrumbó a las diez de la mañana de este fatídico día.
Soy investigador privado, o mejor dicho, lo era. Aquél día estaba siguiendo unas pistas que me condujeron a una casa abandonada, a las afueras de la ciudad. Si mis informaciones eran correctas, la persona a la que estaba buscando, una mujer de 24 años, debía encontrarse allí. Y lo estaba. Pero muerta. O viva. Quizá una mezcla de todo. No lo sé.
Perdona si no soy muy coherente con mis explicaciones o con las descripciones que estoy dando, pero hay tantas cosas que contar y probablemente tan poco tiempo que no acierto a buscar la fórmula correcta para trasmitirte toda la información sin que mis sentimientos irrumpan.
Era evidente que la casa podía ser un buen escondite. Lejos de miradas curiosas, un fugitivo podía pasar días enteros, sino semanas, dentro de la casa, un lugar que podría darle refugio a cualquier necesitado. Y la mujer que buscaba era una necesitada. Y también una fugitiva.
Me habían encargado localizarla, y lo hice esa mañana, pero necesitaba comprobarlo antes de llamar a la policía, que son quienes tienen la autoridad de intervenir en estos casos.
Nunca debí entrar en la casa.
Detuve mi coche en las inmediaciones, a una distancia prudencial, evitando que pudieran verme desde el interior. Jamás pensé que los ojos de la muerte estaban observándome con suma atención.
Caminé hacia la casa cerciorándome de que no había nadie por los alrededores. Ningún coche, nada que me llamara la atención. Helen debía haber venido a pie.
No se apreciaba señal alguna de vida. La espantosa muerte puede ser cruelmente silenciosa.
Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Pero no adelantemos acontecimientos…
Examiné la casa astutamente, tal y como la experiencia me ha enseñado. Estaba convencido de que Helen se encontraba en su interior, sola. Hubiera bastado una simple llamada telefónica para evitar los problemas que surgieron repentinamente pero cuando uno es cabezón hasta la médula no atina a evaluar la estupidez de los actos de un idiota. Y yo soy tan estúpido como idiota.
Naturalmente, después de comprobar todo lo que ha sucedido a lo largo del ancho mundo, siempre según las informaciones de la televisión y la radio, naturalmente cuando funcionaban, y sobre todo del horror que viví en días posteriores, encontrarme con lo imposible era cuestión de tiempo, pero hubiera sido mejor demorar un poco ese enfrentamiento. Mi ímpetu facilitó las cosas. Entré en la casa y me encontré con la muerte.
Recordar este episodio trae a mi memoria demasiados recuerdos y no puedo seguir escribiendo, tal vez lo haga en otro momento pero en este instante solo puedo permitir que las lágrimas, que duelen como lenguas de fuego abrasando mi piel, resbalan por las mejillas. Cierro los ojos pero no detengo las lágrimas, que a su modo forman dos pequeños ríos de tristeza que aplastan mis pómulos.
24 de Abril de 2008 (continuación…)
Sentí una repulsión total al recibir el puñetazo atroz de un olor nauseabundo que aplastó mi nariz y la inhibió durante varios minutos. Sentí arcadas y un intenso mareo que a los pocos segundos se convirtió en un profundo e insoportable dolor de cabeza.
Entonces oí el grito infrahumano. Después la vi. La muerte surgiendo de la oscuridad extrema. El horror en estado puro. Si aquello era Helen parecía un abominable monstruo. Si aquello era la muerte se movía con tal diabólica velocidad que apestaba a vida podrida.
No tuve tiempo de reaccionar. O quizá no supe hacerlo.
Se abalanzó hacia mí desde la oscuridad, como un monstruo oculto que espera a su presa. Y ella me estaba esperando.
Aunque al principio no la reconocí, después supe con toda certeza que mi atacante había sido Helen.
Pero en aquel primer momento solo vi una cara deforme que emergía de entre la oscuridad, acompañada de una mueca horrible en la boca entreabierta, de la que surgió un gemido que me heló la sangre. Entonces sentí el dolor en el brazo.
Cuando me quise dar cuenta, aquella cosa tenía clavada sus dientes en mi brazo y bramé de dolor. Traté de luchar para zafarme de aquella prisión y golpeé con mi puño la cabeza de mi agresor. Le di fuerte pero ni se inmutó. No se movió lo más mínimo. Noté la sangre cayendo al suelo y mis piernas comenzaron a temblar. Grité. Pedí auxilio. Pero las sombras de la casa se reían y la soledad de aquél maldito lugar ahogaba mis gritos.
En un momento que no recuerdo bien, mi atacante se retiró con un trozo de carne entre sus dientes. Dirigí horrorizado los ojos hacia mi brazo herido y descubrí que sangraba en abundancia. El dolor era insoportable.
El monstruo emitió un profundo lamento y lo miré. Sus ojos eran inexpresivos, como si no tuvieran vida, como si la muerte fuera dueña de ellos. Su rostro, blanco como una muda pared, me observaba con una expresión que no sabría explicar adecuadamente. La boca de aquella cosa estaba manchada de sangre y escuché cómo masticaba mi propia carne. Bajo aquella imagen espantosa reconocí las facciones de Helen y durante unos momentos permanecí destrozado por la situación. Hasta que ella saltó de nuevo sobre mí.
Rugió como un demonio. Abrió su boca y me enseñó dos afilados colmillos que estaban dispuestos a clavarse en algún punto de mi cuerpo. Si no hacía nada estaba convencido que volvería a morderme, para sacarme un nuevo trozo de carne. Y yo ya había perdido demasiada sangre. Mi herida requería tratamiento médico, varios puntos de sutura y algo de morfina para soportar el dolor. Me daba terror mirar mi brazo y comprobar el trozo de carne que me faltaba.
Afortunadamente para mí, reaccioné a tiempo. Me aparté a un lado y Helen cayó al suelo, momento que aproveché para darle algunas patadas. Salí de la casa y me encontré con el cañón de una escopeta apuntando directamente a mi cabeza.
Tras el arma, un hombre fornido me observaba con una clara intención que leí en sus ojos: Disparar.
Y lo hizo en el preciso instante en que oí un sordo sonido a mis espaldas. Me giré a tiempo de ver a Helen que se abalanzaba hacia mí profiriendo un profundo lamento. Tras la detonación vi claramente cómo la bala perforaba la cabeza de Helen, penetrando en su cerebro y atravesándolo. Vi trozos de su cuero cabelludo saltar por los aires y percibí el reflejo de la muerte en un rostro ya muerto.
Helen quedó tendida en el suelo, con los brazos echados hacia atrás y las piernas abiertas. Sus terribles ojos sin vida seguían abiertos. Eran estremecedores.
Oí claramente que el hombre que había disparado cargaba de nuevo el arma. Me volví lentamente y jamás olvidaré el miedo que expresaban sus ojos. Me miraba fijamente, en concreto a la herida de mi brazo, de la que continuaba manando sangre.
-Lo siento amigo, pero así debe hacerse.-murmuró con una voz temblorosa. En aquél momento no supe qué significaban aquellas palabras.
Vi en la lejanía varias siluetas que se aproximaban, tal vez cuatro o cinco hombres que se acercaban. No dije nada, pero el hombre advirtió mi insistente mirada hacia el horizonte y giró su cabeza sin dejar de apuntarme con el arma con la que había matado a la mujer convertida en monstruo.
-¡Maldita sea!.-masculló violentamente. En aquél momento, el hombre armado pareció olvidarse de mí. Me puse a su lado y juntos contemplamos el avance de aquellas figuras lejanas. ¿Dije cuatro o cinco? Me equivoqué, rondarían la docena y avanzaban despacio. Noté algo raro en su forma de caminar. La distancia no me permitía apreciar suficientes detalles, pero podía adivinarse que se movían torpemente, como si no pudieran flexionar las rodillas.
Ahora sé que no pueden hacerlo.
Creo que nos vieron porque algunas de aquellas figuras patosas y ridículas, alzaron los brazos por delante de sus narices y sin dejar de dar tumbos en nuestra dirección, gimieron en un prolongado lamento. Incluso noté que aceleraban el paso, pero no los vi correr.
Ahora sé que no pueden hacerlo.
El dolor en mi brazo era ya inaguantable. Había perdido demasiada sangre y mis rodillas se doblaron; caí al suelo como una marioneta a la que habían cortado sus hilos, pero tardé un poco en perder la conciencia. Me mantuve despierto el tiempo suficiente como para comprobar que el hombre armado tirada de mí hacia la casa. Parecía muy nervioso y yo sólo sentía dolor. Podía ver desde el suelo, mientras era arrastrado, el inexorable avance de aquellas siluetas encorvadas. Entonces el hombre cerró la puerta de un portazo y dejé de ver las figuras que se aproximaban a la casa, pero seguí escuchando el agónico lamento que sus muertas gargantas proferían.
Perdí la conciencia, vencido por un dolor infernal.
De aquél día no recuerdo nada más.
9 comentarios:
Tom Carella es de las pocas personas que sobrevivieron mas de la cuenta en un mundo abominable, donde los muertos salieron de sus tumbas para caminar por las ciudades, buscando cerebros humanos de los que alimentarse.
Tal vez su historia sea más producto de la fantasía que de la realidad, pero nos ha llegado su manuscrito y periodicamente lo iremos colgando en este espacio porque el sufrimiento de un hombre que luchó por sobrevivir al horror, merece la pena.
Las palabras de Tom Carella nos arrojarán documentos atroces de un mundo espeluznante y cruel
Hola Rain: Pues qué puedo decirte sobre este texto tuyo?…la verdad es que me dio un hambre bárbaro, voy a buscar un pedazo de carne por ahí…arf!!!!
Jajajaja muy bueno tu relato.
Felicitaciones.
Ananni
Fantástico relato, esperaremos con placer la siguiente entrega
Muy bueno
Sin duda un buen comienzo para una prometedora historia. Sigues sin decepcionarme Rain sigue asi.
Aprovecho para invitarte a ti y tus lectores a escuchar el viernes a partir de las 23:00 horas nuestro Podcast que en esta ocasión entre otros contenidos contará con la dramatizacion de tu relato Te maldigo Bruja
¡Os esperamos¡
www.terrorynadamas.com
Me ha gustado este comienzo, Rain, con un estilo muy simple y muy directo que te atrapa hasta el final. Esperando futuros días de este macabro diario.
Saludos!
Rain, lo cierto es que quedan fatal esos dos pájaros con corazones que hay encima de la historia. Deberías poner publicidad de vampiros o algo parecido, pero no un test del amor. Se cargan la atmósfera de la web!
Claro que queda fatal TODA LA PUBLICIDAD, amigo Jorge, por eso estamos buscando un nuevo hogar ya que los anuncios es algo que se nos impone y no podemos hacer nada por evitarlo.
Los lectores se merecen respeto y aquí parece que no lo tienen...
Un abrazo
Oye Rain, hace tiempo que estoy esperando la continuación del diario de Tom. No hace mucho me dijiste que estabas trabajando en una segunda entrega pero de momento no lo has colgado.
He visto el relato en otras webs o foros y no sé si continuarás la historia en esos sitios o también por aqui.
Nuria
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