EL FINAL DE UNA HISTORIA DE AMOR

Dos figuras sentadas en el banco del parque, contemplando las primeras luces del amanecer. Dos ancianos que observan en silencio hacia el horizonte, con las manos entrelazadas. Llevan horas allí, en el más absoluto silencio. Han decidido que  sea la última noche y quieren, como  deseo final, como consuelo anhelado, que los rayos del sol acaricien sus viejos rostros por primera y  última vez.

Ya no tienen recuerdos. La enfermedad corre por sus venas como un diablo que consume sus almas poco a poco, debilitando la fortaleza de la que antes hacían gala. Débiles y derrotados por el tiempo ha llegado el momento de su extinción.

No quieren vagar en la oscuridad. No desean derramar más sangre. Todo aquel horror forma parte de un  pasado que ya quieren olvidar.  Y ahora, por decisión propia, esperan que el hermoso sol los abrace con la suavidad de una caricia.

Sus arrugados cuerpos, antes fuertes y vigorosos, sentirán el impacto del amanecer y su piel arderá provocándoles dolor y sacudidas como nunca han podido imaginar. Se han prometido no gritar.  Están decididos a permanecer inmóviles, esperando consumirse sobre el banco de madera. Hay una cosa que juraron mantener: Acordaron no soltarse de las manos. Que el final fuera para ambos, como expresión de una vida legendaria latente entre las sombras, como si por una última vez hicieran el amor.

Arderán. Lo saben. El dolor será tan insoportable que sentirán dudas. Ya están hartos de esconderse, de continuar matando. La enfermedad ha crecido tanto en su interior que sienten una pesada losa  aplastando el resquicio de lucha que pudiera quedar en sus conciencias. Ya no hay nada que hacer. Mejor ahora, desaparecer juntos que perderse uno al otro a través del tiempo y sumergirse en la más honda soledad.

Sus ropas se prenderán de llamas y sus cuerpos se agrietarán hasta consumirse por completo mientras sus cabezas se convierten en bolas de fuego de las que emanará el humo negro de su existencia. Poco a poco se consumirán y sobre el banco quedarán dos montones de cenizas unidos por un pequeño reguero que antes fueron sus manos entrelazadas.

Nadie comprenderá todo lo que han sufrido.  Nadie sabrá lo felices que se han ido. Juntos, como siempre estuvieron. Unidos, como estaba escrito desde los albores de los tiempos.

Viajarán hacia la nada. Sus vidas quedarán almacenadas en el parque, para deslizarse lentamente entre las rendijas del banco en el que han decidido acabar con su sufrimiento. Hasta que un soplo de aire levante sus cenizas y los haga volar de un lado a otro, entregando su ser a la esencia de una Naturaleza que los vio nacer como monstruos. Sus restos quedarán desperdigados alrededor de un mundo cruel que los mantuvo como esclavos de la noche desde el mismo día que cobraron vida.

Hoy se entregan  a la muerte, que los barrerá  con desprecio.

Tras muchos siglos de angustia y pavor, de horrores indescriptibles y actos malvados, han decidido acometer una de las proezas mas valientes que especimenes de su raza se hayan planteado jamás. Su sacrificio ha sido voluntario. No se  les ha obligado. 

Nadie sabrá que en el instante final, cuando el sol surja como un ogro tras la montaña, ellos se agarrarán las manos con fuerza y pasión, para sentirse el uno al otro. Convertidos en un solo ser llorarán  y sus lágrimas, por  primera vez en su larga y terrible existencia, serán  reales. Desaparecerán inmersos en la felicidad, sintiendo que mientras uno se va  el otro le acompaña.

Sus vidas se extinguirán al compás que marca la tragedia y lo que sentirán dentro de sí mismos, más allá de sus cuerpos, los hará  parecer, por primera y única vez, seres humanos.  Y esa sensación, que les obsequiará con el beneplácito de notarse vivos,  ni siquiera la muerte la podrá hacer desaparecer.

Aquellas dos figuras que permanecen sentadas  en el banco se sienten un solo ser. En apenas unos minutos no serán  más que recuerdos que se evaporarán con el transcurrir del tiempo y que nadie echará de menos.

Fueron felices y lo son sobre todo en el instante final, en el momento en que ambos han decidido   viajar juntos hacia la profundidad de la nada.


Es el final de una  historia de amor, nada  más.





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