OSCURO CONTRATO


OSCURO CONTRATO 

by  Matt Cassidy

-El viejo tiene los ojos abiertos, ¿Seguro que está muerto?

Elena y Alfonso  entraron en la habitación y se cubrieron la nariz con la mano. Se situaron sobre la cama, junto a Ramiro. Contemplaron el cuerpo desnudo del anciano y sintieron un escalofrío al descubrir pústulas negras en diferentes partes de su cuerpo, como si su piel estuviera ya podrida. De hecho, el hedor en la habitación era prácticamente insoportable. 

-Claro que está muerto, ¿No lo  hueles?
-Ya pero… ¿Has visto sus  ojos?

Elena miró a sus dos compañeros y después observó el cuerpo esquelético del viejo. Debía tener mucho más de 70 años y podía llevar muerto uno o dos días, poco más. Demasiado pronto para que el cadáver desprendiera tan pestilente olor. 

Víctor Quebrada llevaba muerto seis semanas.
Elena no se había equivocado en su edad. Tenía 92 años y llevaba dos postrado en la cama, como un mueble viejo e inservible.
Sin embargo, no era la primera vez que Víctor moría.

Olía francamente mal. Tal vez no era el cuerpo, enjuto y arrugado del viejo, sino la habitación, que podría llevar hermética años enteros sin que la luz  se colara en su interior. Las ventanas, probablemente cerradas durante tanto tiempo, habían impedido  que el dormitorio se ventilara, provocando  que allí dentro se formara un cóctel explosivo: un calor tremebundo, una oscuridad inquietante, olor a vinagre, a cerrado, a viejo, a humedad…

En realidad, simplemente huele a muerte.

Elena contempló los ojos del anciano. Estaban abiertos, como si observaran desde el fondo de un pozo. Vidriosos y grandes, expresivos y temibles. Parecían repletos de vida. Sin embargo  permanecían completamente inmóviles, como canicas de cristal. Acercó una linterna al rostro del viejo y éste no movió los ojos. Ni el más leve pestañeo. Colocó su mano sobre ellos y se los cerró. Ahora sí que parecía un muerto más.

Mientras sus dos compañeros salían de la habitación y continuaban con el saqueo, llevándose todo lo que de valor pudieran  encontrar, que la verdad sea dicha, era bastante poco, Elena no se movió del dormitorio  donde el  anciano había encontrado la paz.

Miró a su alrededor. Todo estaba lleno de bolsas de ropa usada y maloliente, de cajas de cartón repleta de libros antiquísimos que destilaban un aroma a humedad que echaba para atrás. Las paredes de la habitación estaban amarillentas, con manchas oscuras, como caras demoníacas, dibujadas por el tiempo que llevaban sin pintar. Los muebles viejos y apolillados conferían al dormitorio unos detalles atemporales.  Y lo que  no encajaba en aquél sitio era el ordenador de alto rendimiento que había sobre la mesa. Aunque tenía la pantalla apagada, Elena oyó el ventilador del aparato en pleno funcionamiento, por esa razón se aproximó y movió el ratón. Al instante, la pantalla de 17 pulgadas se iluminó.

Elena se quedó petrificada al observar un fondo negro sobre el que bailaba un dibujo que la hizo estremecer. Sobre un mar de aguas oscuras cubierto de una pequeña bruma de tonalidad azulada,  un hombre de manos esqueléticas remaba subido en una pequeña barca, adornada con varios cráneos humanos. Supo inmediatamente que era la representación de la Muerte, que mantenía el rostro oculto bajo la inquietante capucha negra de una indumentaria probablemente  manchada de la sangre de sus propias víctimas.

Ramiro y Alfonso ya han seleccionado los objetos que quieren llevarse
Entran en la habitación donde se encuentra Elena y la ven sentada frente al ordenador.  Se sorprenden.
Solamente le dicen lo que han encontrado: Algo de dinero, pequeños  objetos de valor, una muy buena televisión, cuadros raros que podrían venderse bien y… naturalmente ese ordenador que también se tienen que llevar.
Elena les hace un gesto con la mano para que no la molesten y les ordena que bajen las cosas y que luego ella hará lo propio con el ordenador.

La mujer escucha  la puerta de la calle al abrirse y los golpes bruscos de sus compañeros sacando las cosas. Los oye bajar por las escaleras de madera, cuyos peldaños crujen a medida que descienden. Si prestara atención incluso llegaría hasta ella el sonido de  la furgoneta cerrándose una vez todo estuviera dentro y después el motor en marcha. La esperarían para luego huir con el botín, bastante más pobre de lo esperado. La cuidadora del viejo les había informado mal esta vez y el muerto, desgraciadamente,  no era tan rico como cabía esperar.

Todavía había tiempo. Sus socios subirían de nuevo  si ella tardaba y buscarían más cosas para llevarse.  Tendrían que ayudarla también a bajar el ordenador, sola no podría hacerlo, al menos no de una  vez.

Se sentó y  movió con el ratón el cursor que situó sobre la imagen de la Muerte que navegaba  sobre las siniestras aguas.  La pantalla pareció apagarse y se iluminó de inmediato poco después…

Eso, eso, el viejo espera impaciente

…para enseñar un texto sobre un fondo blanco:

RENOVACION DE CONTRATO
A nombre de VICTOR QUEBRADA

La foto del anciano acompañaba el pequeño párrafo. Elena miró hacia atrás y se sobrecogió al recordar que en la cama yacía un cadáver. El aspecto en la imagen era exactamente igual al difunto.  Un rostro invadido por las arrugas, una vista cansada, pelo blanco, pómulos pronunciados, labios siniestros…

Al parecer, y por lo que Elena pudo deducir,  el viejo había estado rellenando un formulario pero no había podido enviar la información, tal vez porque su momento final lo había pillado justo en el instante en que estaba realizando la operación. Un recuadro rojo en cuyo interior se encontraba la palabra “enviar” parpadeaba a un lado de la pantalla. Elena se encogió de hombros y después de pensarlo durante varios segundos decidió enviarlo como si de la última voluntad del anciano se tratara.

En la pantalla del ordenador sonó una música siniestra y apareció nuevamente la foto del anciano pero esta vez parecía un poco más viejo si esto era posible. A la imagen le acompañaba un  pequeño texto escrito y subrayado en color negro: 

CONTRATO RENOVADO POR ESPACIO DE LOS TRES PROXIMOS AÑOS

El texto y la foto del viejo se esfumaron, todo ello tras la aparición de unas llamas infernales bastante mal hechas. Surgió de nuevo la imagen de la Parca montada en su barca. Esta vez la Muerte no se encontraba sola, había tres figuras sentadas junto a ella. Extrañada y curiosa, Elena agrandó la foto para examinarla mejor y su sangre se heló de inmediato al reconocer a esas personas.

Elena y sus dos amigos se encuentran  en la barca
Con rostros tristes y apesadumbrados
La Muerte se los lleva

Elena se levantó sobrecogida y la silla en la que estaba sentada cayó al suelo produciendo un fuerte estrépito. Por la puerta asomó Alfonso, uno de sus secuaces, con el rostro exaltado por la sorpresa y un arma en la mano. Primero miró hacia su compañera y después hacia la cama donde yacía el cuerpo del viejo…

…solo que ahora el anciano se estaba incorporando.

Alfonso le apuntó completamente asustado al tiempo que Elena se levantaba. ¿Qué es lo que había hecho? Miró aterrada hacia el anciano que se ponía en pié  con una amplia sonrisa en sus labios y los ojos abiertos de par  en par  y después dirigió su mirada hacia el ordenador. La barca que manejaba la Muerte continuaba navegando sobre aguas profundas, dirigiéndose probablemente al mismísimo infierno.

Alfonso dispara al anciano, que recibe los impactos en el pecho
Y en la cabeza.
A Víctor no le sucede absolutamente nada pero el cuerpo de Alfonso se tambalea.
De sus heridas emana sangre a borbotones.

El pobre desgraciado no entiende los impactos de bala que ha recibido. Alfonso ha visto cómo los trozos de acero han penetrado en el cuerpo del viejo pero éste ni se ha inmutado. En cambio, su propio pecho ha sufrido las sacudidas de los balazos. Y uno de ellos ha atravesado su corazón por lo que clava sus rodillas en el suelo. Observa estupefacto que la última bala  ha acertado en la cabeza del viejo  perforando su cuero cabelludo pero la herida del anciano desaparece de inmediato. Es entonces cuando siente que algo entra en su cabeza y después su vista se nubla y deja de sentir dolor. El cuerpo de Alfonso cae inerte al suelo.

Elena solloza asustada. No puede dejar de contemplar la imagen del ordenador. La Muerte conduce la barca hacia la penumbra de un horizonte lejano y oscuro. Mientras el viejo camina hacia ella con las manos levantadas, Elena tiene una idea y corre rauda y veloz hacia el ordenador. Mira de soslayo hacia su izquierda y ve que el viejo se aproxima lentamente. Quizá no tenga tiempo de intentar lo que le parece una auténtica locura.

La mujer va a tener suerte.
Ya lo creo que sí.
El tercer esbirro, Ramiro, entra en la habitación alertado por los disparos
Exclama de horror al contemplar a su amigo muerto.
Ve al viejo decrépito que lo observa con los ojos inyectados en sangre
Antes muerto, ahora vivo

-¿Qué cojones?

No llega a decir nada más. Trata de dar media vuelta pero algo oculto en la oscuridad lo agarra con fiereza y su cuerpo es desgarrado en cuestión de segundos por entidades invisibles que surgen de las sombras.

Elena no quiere mirar hacia atrás. No desea contemplar los cuerpos muertos de sus amigos y trata de rellenar en el ordenador un formulario similar al que descubriera  pocos minutos antes…

Chica lista sin duda, me encanta la gente así
Está rellenando un contrato
Coloca sus datos en los casilleros correspondientes…

…asombrada observa que su imagen aparece junto al texto. Es ella, sin duda, quizá con el aspecto que tendrá varios años más adelante pero se reconoce perfectamente. No entiende lo que está sucediendo pero cree hacer lo correcto. Siente la presencia del viejo junto a ella. No sabe si la va a atacar, si ella también morirá. Nota el aliento pestilente del viejo que inexplicablemente ha recobrado la vida, tal vez por su culpa.

El anciano pone sus manos sobre los hombros de Elena. Desliza sus dedos sobre la garganta de la mujer.  Son tan largos y fríos que parecen gusanos reptando por su piel. Solloza. Su cuerpo no deja de temblar, como la llama de una vela que arde en duelo por los difuntos. Varias lágrimas se agrupan en sus ojos y acaban por caer para resbalar lentamente por las mejillas.

Elena sabe que Víctor romperá su cuello cuando lo rodee con sus manos
Es cuestión de unas simples y pequeñas décimas de segundo
En cualquier momento escuchará sus huesos romperse con una facilidad extrema
No obstante, tiene una posibilidad, inquietante y brutal, pero una posibilidad…

No puede apartar su vista de la pantalla del ordenador. Ha rellenado todos los datos excepto la última pregunta. Tiene varias opciones. Es sobre la duración del contrato. Dos, cinco y nueve  años.

Escoge la primera opción. No sabe bien lo que significa pero elige dos años de contrato.

El viejo ya ha rodeado su cuello y comienza a apretar con fuerza brutal. Elena siente tanto dolor que está a punto de derrumbarse. 

En la pantalla del ordenador aparece un rectángulo rojo donde una palabra escrita en color negro le indica si desea confirmar el contrato, como la rúbrica necesaria para sellar un acuerdo formal. Con dificultad  estira el brazo y a duras penas, mientras se retuerce de angustia  bajo la intensa presión que el anciano ejerce sobre ella, logra pulsar la tecla correspondiente.

Tras la confirmación del contrato, Víctor se ve obligado a dejar de apretar
Es tarde, el cuerpo de Elena cae estrepitosamente al suelo y permanece inmóvil.
Está muerta

Víctor contempla sin sorpresa alguna la pantalla del ordenador, donde observa la barca de la Muerte viajando sobre turbulentas aguas repletas de seres deformes que se mueven bajo ellas. Se dirige hacia la deriva, hacia un destino lúgubre y oscuro. Sólo dos personas son ahora los verdaderos pasajeros. Alfonso y Ramiro permanecen en la barca, con las caras sujetadas  por el espanto y sus miradas vacías y muertas les confieren una apariencia espeluznante y terrorífica. Elena ha saltado al agua y nada hacia la orilla. Ha logrado escapar de la Muerte. Ha llegado a un tenebroso  acuerdo.

Diez días han pasado de todo esto.
Elena camina sin expresión definida por las calles de la ciudad
Parece desorientada, perdida en la noche oscura
Su cuerpo delgado, que apesta como la tierra de un vertedero, se arrastra entre la multitud
Busca…
… y no tardará encontrar

En la mente aturdida de Elena solamente hay una meta: Encontrar dos objetivos lo suficientemente valiosos e interesantes para la Muerte que justifique el contrato de dos años que ha firmado.  Y pronto hallará a sus víctimas. Dos personas. Dos desconocidos que morirán por ella para que la Muerte se los lleve en su lugar.

Cuando pase el tiempo y llegue el  momento en que el contrato expire, hará las diligencias necesarias para renovar el pacto  pero esta vez, quizá, escoja la opción más duradera, aunque eso suponga  privar de la vida a tantas personas como años desee permanecer entre nosotros.



1 comentario:

Anónimo dijo...

mal momento para leer este relato. espeluznante ¡¡¡¡¡