Atrapado por su influjo, siente que el amor y la pasión corren por sus venas. Muerden su alma y le hacen sufrir preso de una cruel maldición. Está condenado a vagar entre las sombras, a llorar bajo el manto oscuro de la tristeza.
Es un hombre lobo. Y ama a la luna llena como si fuera parte de su alma.
La necesita. La busca cada día. Y cuando ella camina sinuosa por el frío firmamento, como una hermosa doncella, el animal aúlla y expresa su amor sin mentiras ni falsedades.
Es un hombre lobo. Y ama a la luna llena, como si en un pasado lejano ambos hubieran sido partes de un solo ser.
Siente que le pertenece. Que es suyo. Que es suya. Y cae en la desgracia cuando adopta la forma de monstruo y se ve en la obligación de aplacar su violencia con la muerte de inocentes. Los humanos caen como moscas bajo sus garras. Siente horror de sí mismo.
Sacia su sed. Alimenta su hambre y se aleja de los cuerpos mutilados que oculta en el bosque. Y luego, arrepentido, observa a su diosa que lo mira con desprecio y arrogancia acompañada de las estrellas. Y él aúlla pidiendo perdón, exponiendo su amor.
Es un hombre lobo. Y ama a la luna llena.
A veces quisiera ser el sol para algún día unirse a ella y hacer el amor durante el breve tiempo que dura un hermoso eclipse.
Mata humanos, porque es un hombre lobo, un animal maldito. Un ser hambriento. Los rayos de la luna llena lo acarician y se vuelve violento. Ella le obliga a matar con crueldad, casi con desesperación. No sabe parar.
Es un hombre lobo y ama a la luna llena.
No puede resistir ser malvado. Es la influencia de su amada luna. Redonda y preciosa en las alturas, observa y exige su sacrificio. Se tiñe de sangre cuando la bestia levanta el morro en la noche y grita que la ama con angustia y desesperación.
Actúa por instinto. Devora por amor. Y aguarda ansioso la caída de la noche, la llegada de su amada. La respeta. La admira. La desea.
Es un hombre lobo y ama a la luna llena.
En su forma de animal, corre en la profundidad del bosque en busca de su presa. La atrapa y la destroza. Después, el dolor desaparece y en el risco la contempla con los ojos cubiertos por las lágrimas.
En su forma de hombre vive atrapado por la pena, con el deseo de que regrese de nuevo la noche y con ella la imagen de su hermosa doncella.
Es un hombre lobo y ama a la luna llena.
Soy un hombre lobo y amo a la luna llena.
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