DESDE MI HABITACION

-Sería conveniente cortarle la cabeza al Hombre Lobo y llenar la boca de ajo al Vampiro después de meterle una bala de plata al primero y una estaca en el corazón al segundo.

Bien, la teoría ya la tenía. De hecho, las dos últimas semanas me había leído un montón de libros sobre este tipo de monstruos y tragado decenas de películas de terror. De todas ellas he aprendido mucho y creo que estoy preparado para combatir el mal que nos acecha, probablemente desde los albores de los tiempos.


Supe de la existencia de estas criaturas hará aproximadamente un mes y debo admitir que me costó aceptarlo aunque siempre he sido un chico abierto de mente y si bien todo esto podría parecer una locura, en ningún momento he dudado de lo que vi. El por qué sigo vivo es algo que no puedo explicar, quizá haya sido el Destino, Dios o la Providencia, pero más bien creo que han sido ellos, los monstruos, quienes me dejaron escapar con intenciones que comienzo a vislumbrar.

Mi primera intención fue huir. Que no soy un chico valiente es algo que todos saben en el instituto y nadie se habría extrañado pero, lo que me sorprendió y mucho, fue que decidiera plantarle cara al Mal, con los arrestos suficientes como para enfrentarme a esos seres yo solo. Bueno, debo admitir que intenté buscar ayuda. Primero hablé con mis padres y cuando de mi boca comenzaron a salir frases como “yo no he sido fueron los vampiros”, “uno de ellos era un hombres lobo” y añadía que esos bichos estaban matando a la gente del pueblo, lo primero que hicieron fue registrar mi habitación en busca de drogas. Y encontraron tabaco y algún que otro porro, por lo que me gané una buena paliza y un, según ellos, merecido castigo. Después lo intenté con algunos de mis mejores amigos, pero ellos tenían cosas mejores que hacer y se rieron de mí aunque no me importó, porque si hubiera sido yo también me habría burlado de ellos. En los momentos difíciles uno comprueba la calidad de sus amigos y yo pronto comprendí que no tenía ninguno.


Por eso estoy solo en esta lucha y si salgo airoso de ella tanto mis padres como aquellos que eran mis amigos tendrán que agradecerme que les haya salvado la vida. Por lo que sé, y creo que de esto sé más bien poco, en los bosques colindantes a mi población, habitan dos seres que quizá se hayan escapado del averno. Por un lado, un lobo salvaje a quien he visto atacar a un joven y despedazarlo con sus fauces para después adquirir la apariencia de un hombre desnudo, muy fuerte, muy alto, muy moreno y musculoso. Por otro lado, un ser abyecto, de piel arrugada del color de la cebolla y que tiene el valor de ir con una capa negra con el fondo del interior de un llamativo rojo escarlata, como si estuviera emulando a Christopher Lee en alguna de sus muchas y geniales películas, encarnando la figura de Drácula.


El por qué están aquí o el cómo han llegado es algo que ni conozco ni me interesa descubrir, por la sencilla razón de que lo único factible en este momento es destruir a esas criaturas e impedir que sigan sembrando la muerte y el horror. La posibilidad de que haya más criaturas de este tipo es algo que contemplo sin demasiada euforia y la acepto sin remisión pero debe quedar claro, para quien este leyendo esto, que mi objetivo principal es acabar con los únicos seres, perversos y demoníacos, con los que me he topado.


Voy a contarte cómo supe de su existencia, a fin de cuentas y aunque nadie me hace caso, escribirlo me ayudará a armarme de valor.


Regresaba de una desafortunada tarde de calor, tras un arduo entrenamiento en el gimnasio del instituto. Soy el portero gordito de un mediocre equipo de fútbol y quiero añadir, por si a alguien le interesa, que no me gustan los deportes pero a mi padre sí y es quien manda en casa. Para llegar a mi domicilio hay dos caminos, uno que es el más largo y que consiste en recorrer todo el pueblo y otro, una especie de atajo, que fue el que tomé. Tuve que internarme en el bosque pero eso es algo que he hecho millones de veces y nunca ocurrió nada extraordinario excepto en esta ocasión.


Me alegro mucho de mi decisión porque si no me hubiera topado con los monstruos en el bosque, viviría como el resto de los mortales, ajenos al peligro que acecha en la oscuridad, donde perturbadores seres del infierno campean a sus anchas, arrebatando las almas de los inocentes y alimentándose de sus cuerpos. Lo que vi… no tiene nombre o al menos yo no sé ponérselo.


Primero oí un ruido. El típico chasquido que produce una rama cuando alguien la pisa. Si me asusté o no es algo que no voy a decir en estos momentos pero empecé a correr llamando a mi madre y mis ojos se volvieron acuosos. Corrí y corrí. La tarde era ya prácticamente noche y por encima de las copas de los árboles advertí la presencia de la luna llena, tan grande y redonda como jamás había visto. Entonces escuché el grito y me detuve al instante. Presté mayor atención y solamente oía mi agitada respiración hasta que, de nuevo, alguien emitió un alarido que me desgarró el alma.


Que se trataba de una chica era algo evidente así que, más por curiosidad que valentía, intenté localizar el origen del grito pero sin resultado alguno. Un tercer alarido, procedente de una angustiosa garganta, rota y asustada, me ayudó. Caminé en esa dirección y entonces los vi.


Una chica, a quien yo conocía porque el pueblo es muy pequeño y todos sabemos quiénes somos, estaba siendo alzada en el aire por un hombre delgado como el palo de una escoba. Daba repelus mirarlo y centré mi atención en las piernas de la muchacha, que se agitaban de un lado a otro. Junto a estas dos figuras había algo más. Un animal grande y salvaje, de intenso pelaje negro, que estaba haciendo algo en el suelo y emitía gruñidos espeluznantes. Miré con mayor atención y todavía hoy es el día en que me arrepiento. El animal estaba devorando a una persona. Se la estaba comiendo mientras el desdichado se agitaba con un aliento de vida y hasta mis oídos llegó el sonido de la carne desgarrada. Fue horrible pero no vomité, detalle que todavía me enorgullece.


Centré mi atención en la chica, que ya había dejado de gritar y de moverse. Por la postura en la que la figura delgada y pálida la sujetaba y por la dirección en la que caía su cabeza, supe que tenía el cuello roto. Aún así, aquella criatura no la soltaba y la mantenía en lo alto, sujetándola con una sola mano.


Era un “hombre” extraño (uso las comillas por razones obvias) y sus ojos oscuros parecían tener un brillo maquiavélico. Estoy convencido de que si me hubiera acercado más habría visto algo parecido a llamas en el centro de los mismos. Era siniestro y amenazador, con unas manos cadavéricas de dedos largos y delgados, adornados con unas uñas excesivamente afiladas. Y esa criatura abrió la boca y se asomaron dos largos colmillos, que más parecían la hoja de dos cuchillos y se clavaron en el cuello de la chica. Pude oír el asqueroso chupeteo cuando le extrajo la sangre. Aquí fue donde estuve a punto de vomitar y soporté, quizá estoicamente, unas arcadas pero no pude evitar que mi tos saliera como un diablo a través de la boca. Y entonces el Vampiro soltó a la muchacha y su cabeza se giró en mi dirección. Tenía toda la boca manchada de sangre, una sangre que resbalaba por su barbilla. El lobo, o lo que fuera aquello, dejó de comer y aulló bajo la luna, girando su cuerpo en mi dirección. Correr es poco para describir lo que hice a continuación. Solté la mochila con la ropa sudada y mientras huía me preguntaba por qué no había dedicado mi vida al atletismo en vez de perderla intentando parar balones de chicos con mala leche que solamente querían estrellar la pelota en mi cara.


Mientras corría me lamentaba por los kilos de más y maldije las tabletas de chocolate que solía comerme durante la noche a escondidas. Sudaba como un condenado a muerte (que creo que precisamente en eso me había convertido) y a los pocos metros ya me dolía el estómago y mis piernas se rindieron. Caí como un saco de patatas al suelo y cuando me di la vuelta ante mi se encontraban las dos siniestras criaturas.


Los ojos aterradores y amarillentos del animal eran quizá más terroríficos que sus fauces aún manchadas de sangre y carne humana.


La esbelta figura del Vampiro, con aquel rostro lívido de mirada macilenta, me sobrecogió.


Entonces, el extraño animal, que era el bicho más grande que jamás hubiera visto, acercó su hocico y me olisqueó. Miró al Vampiro (probablemente su dueño) y después aulló a la luna. Comenzó a agitarse furioso y por unos instantes pensé que se abalanzaría sobre mí para despedazarme. Por esa razón me tapé la cabeza con las manos, para no ver cómo saltaba y me clavaba aquellos dientes afilados. Lejos de eso, pude ver entre las fronteras que marcaban mis dedos, cómo el animal rodaba por el suelo y se agitaba de dolor bajo la insignificante mirada del Vampiro. El animal comenzó a transformarse, a sufrir un cambio imposible en su cuerpo, adquiriendo una apariencia humana. Y en eso se convirtió, en un hombre desnudo repleto de vello que ahora se encontraba arrodillado en el suelo y jadeaba de cansancio y dolor.


El vampiro colocó su huesuda mano sobre la cabeza de su siervo y ambos me miraron durante unos instantes. Después desaparecieron o simplemente dejaron de estar allí.


Durante estas semanas he intentado descubrir por qué me dejaron marchar, cuál fue la razón por la que yo sigo estando vivo y me temo que la causa es para que yo sufriera el tormento de la responsabilidad de las muertes que ellos perpetraron porque muchos me han acusado a mí, a un pobre muchacho, de los crímenes cometidos en la región los últimos meses. Dicen que tienen pruebas pero todo son mentiras. Aseguran que mi mente está perturbada pero no comprenden mi personalidad.


Lo que nadie puede saber es que demostraré al mundo que soy inocente y para ello voy a armarme de valor y buscaré a esas criaturas para acabar con ellas y fotografiarme con sus cabezas cortadas como si de trofeos de caza se trataran.


Quiero dejar todo esto escrito por si algo sale mal y soy vencido por esos demonios. Creo que estoy preparado para combatirlos pero uno no sabe cuándo las cosas se pueden torcer. Me alegro que seas tú (si es que hay alguien ahí) quien descubra la sinceridad de mis palabras y…


Vaya, debo dejar de escribir porque oigo pasos. Los enfermeros vienen a traerme comida. Antes de que abran mi celda tendré que esconder estas hojas porque no está permitido tener objetos en la habitación. Los doctores tienen miedo de que sea agresivo o cometa una estupidez así que guardaré las hojas debajo de la cama.


Esta es la parte que menos me gusta de todo esto, cuando los enfermeros sin escrúpulos entran con sus miradas vacías y opacas y me ponen la camisa de fuerza para después darme de comer. Me tratan como a un enfermo y yo no soy ningún enfermo. ¡Si ellos supieran los monstruos que hay ahí fuera! ¡Si ellos comprendieran que yo soy la única persona que puede destruir a esos monstruos y salvarles el pellejo!

Cuidado, ya vienen. Oigo las llaves en la cerradura y se disponen a entrar.


Guarda silencio. Si te preguntan… tú no sabes nada.


Hazte el loco como yo, es muy divertido…