Las Primeras Palabras de DANIEL RIBAS

Mi nombre es Daniel Ribas y tengo alrededor de los cuarenta años. Siempre he sido una persona normal o al menos yo me he considerado así. He vivido sin suerte, buscándome la vida usando el morro que tengo y viviendo prácticamente al día. Tengo mis defectos y mis virtudes, me considero muy atractivo y las mujeres me vuelven loco. Me gusta comer bien. Me gusta beber, de hecho admito que bebo mucho. Pero mi vida ha cambiado por completo, de forma radical.

He visto cosas imposibles. He estado en lugares donde nunca debí haber estado. Conozco secretos.

Sí, mi vida ha cambiado totalmente y se ha convertido en una angustiosa pesadilla de la que a duras penas he podido escapar. Me he dado cuenta de que soy un cobarde y que como persona valgo francamente poco, pero eso a ti no te importa y a mí, la verdad, hace tiempo que dejó de preocuparme.

No puedo contarte qué me ha pasado, creo que no podrías creerme, pero solo te diré que las cosas no son como parecen y, a medida que se me permita, voy a contarte mis experiencias con el mundo invisible, con el terror. Existen cosas imposibles y puedo dar fe de ello. Te lo dice una persona que ha logrado salvar el pellejo de ese mundo sombrío y siniestro que te enreda y engatusa de una forma tan infantil que cuando te das cuenta de que ya formas parte del juego, resulta complicado salir airoso de la trampa. Y yo lo hice. Logré eludir el juego macabro de las sombras pero ahora debo cargar con la culpa de vivir con ello.

Mi carácter se ha agriado y si antes era un hombre solitario, ahora lo soy más. No me fío de nadie, ni siquiera de mi sombra, que a veces se arrastra burlándose de mí. Ya no soy el mismo pero, por suerte, mantengo mi sentido del humor y es que creo que lo uso como una defensa para protegerme del horror. Quiero olvidar, pero no sé cómo hacerlo.

Ojalá pudiera contarte qué me ha ocurrido y por qué actué como lo hice, pero no creo que en estos momentos sea prudente. Confesarte que me engañaron, que me vi involucrado en un juego macabro donde la muerte y la oscuridad, perversa sin duda, hicieron de las suyas y liaron mi vida, mezclándola con la de una familia destinada a morir. Y murieron. Y yo debí haber muerto. Pero estoy aquí. ¡¡Vivito y coleando!! Desgraciadamente debo vivir con ello. Los recuerdos me atormentan y las noches se convierten en momentos terribles donde veo los rostros de todos aquellos que corrieron la suerte de verse anulados por su deseo de tratar con la oscuridad.

Fue un pacto terrible donde todo estaba perfectamente orquestado, donde cada detalle estaba previamente establecido. Estoy convencido que las cosas acabaron como tenían que hacerlo y nada que pudiera haber hecho entonces habría modificado el desenlace final.

Me engañaron. Me manipularon. Me han utilizado y trato de encontrar el lado positivo de las cosas. Le sonrío a la vida y me burlo de ella. Me burlo de mí mismo. Me burlo de ti.

Desde aquellos días me he dedicado a tratar con el lado oscuro y admito que me lo he pasado bomba porque ya todo me da igual. Lo siento por Laura, espero que sepa perdonarme. Lo siento por Elisabeth, no supe estar a la altura. Lo siento por todos ellos.

Intento convencerme de que fui un juguete al que desde las sombras supieron manipular y tengo la convicción de que incluso me dejaron escapar sin que entienda la razón principal. Tratar con la oscuridad me ha cambiado totalmente y hoy por hoy arriesgo mi vida con la esperanza de que vengan a por mí, de que me arrastren al mundo oscuro; no lucharé. Pero nadie ni nada me lleva al horror y de momento sigo con mi vida, una vida insólita donde sufro una realidad que nadie podría aceptar jamás.

Por ese motivo, mientras espero pacientemente la llegada de la oscuridad, desde aquí (y de vez en cuando) trataré de contarte la parte oculta de mi vida, los sucesos que me acompañan y los peligros a los que me he enfrentado. Quizá sea un error, tal vez algún día confiese todo lo que ocurrió hace dos años, pero esas cosas no dependen de mí sino de aquellos que puedan confiar en mi trabajo. Tal vez en alguna ocasión, en forma de libro, como una novela…

Espero que te diviertas con mis relatos, que te sumerjas en un mundo angustioso donde lo imposible se hace realidad; pero tómatelo todo como ficción, opta por pensar incluso que yo no existo en realidad, que todo es un invento, un cuento, que soy un vulgar personaje de ficción, quizá de esa forma puedas escapar de las garras de la muerte, tal vez de esa forma a ti no te propongan pactar con las sombras, posiblemente es la única manera en la que puedas evitar tratar con la oscuridad e indudablemente estar condenado a vivir eternamente, soportando la pena del recuerdo y la agonía de sentirte utilizado y engañado, al margen de descubrir que, como yo, eres un mísero cobarde.

Yo quiero morir y no puedo hacerlo. A veces pienso que ya estoy muerto, pero eso resulta imposible. Me noto vivo y eso me amarga la existencia.

Nos vemos pronto, mientras tanto recibe un fuerte abrazo de Daniel Ribas.

UN MUNDO DEMASIADO GRANDE PARA MI

Anoche me adentré de nuevo en el cementerio para escuchar la voz de los muertos, pero nada más que un angustioso silencio fue lo que percibí.
Permanecí toda la noche sentado sobre las tumbas, escrutando la oscuridad que me rodeaba con la esperanza de ver junto a los cipreses las almas de los difuntos, pero nada más que la soledad se presentó ante mí.

Esperaba que los muertos se levantaran, tal y como he visto en las películas pero ningún rostro cadavérico, ninguna mano huesuda surgió de las profundidades de la tierra. Nada extraordinario encontré en el camposanto, ningún alma vagando en pena, ningún muerto viviente caminando torpemente junto a mí. Nada misterioso, nada sobrenatural.

No escuché gritos ni lejanos lamentos, no me rodearon presencias fantasmales ni oí susurros escalofriantes, solamente sombras que no se movían, la negrura de la oscuridad, la soledad del cementerio, el frío de la noche y el llanto de mi corazón.

Me encontraba sólo en aquel paraje, esperando los mensajes del Más Allá y solo escuché la respiración de mi alma. Permití que mis ojos dejaran escapar pequeñas lágrimas que delataban la tristeza que en aquellos momentos me embargaba. Y entonces, casi al amanecer, decidí regresar a mi tumba. Es cierto. La muerte es el descanso eterno, la paz. Lo sé bien.
Llevo en la oscuridad cerca de diez años, diez largos años buscando a otros como yo pero nunca, jamás, he podido localizar a nadie. He caminado por las calles, he visitado los lugares que en vida eran mundanos para mí pero nadie en las casas, nadie en los bares, nadie con quien cruzar unas palabras. Sólo yo en el mundo, un mundo demasiado grande para mí.

Este cementerio es ahora mi lúgubre hogar. No hay gritos ni sonidos, sólo yo sentando algunas noches sobre las tumbas esperando ver u oír algo…, pero nada a mi alrededor, absolutamente nada. Estoy cansado, harto de seguir así y decido tumbarme en mi ataúd, esperando que mis ojos se cierren definitivamente. Pero no lo hacen y la angustia comienza a corromperme por dentro. Estoy vacío de ilusiones, no tengo ni la más mínima sensación, solamente la tristeza que hierve la sangre en mi interior. Vivir en esta muerte es tan dramático que solamente deseo volver a vivir.

Nada puedo hacer. Nada hay que hacer pues el destino de los hombres es yacer en descanso para toda la eternidad, del mismo modo que yo lo estoy haciendo.

No es fácil pero tenemos todo el tiempo del mundo para amoldarnos a esta nueva vida que se oculta más allá de la muerte.

Algún día, sin duda, te tocará a ti y quizás alguien también podrá leer lo que escribas una de las noches en que decidas sentarte entre las tumbas del cementerio esperando la nada.