LA ENFERMERA DE SUS SUEÑOS


Era tan sensual y se movía de  forma tan provocativa que Raúl se olvidó por completo que estaba atado por fuertes correas a una camilla y no vio la enorme jeringuilla que la mujer llevaba en la mano. Se limitó a observarla y quedó prendado de la belleza de su rostro, a pesar de que éste estuviera parcialmente tapado por una mascarilla que le cubría boca y nariz.
Era una mujer  joven, con el pelo oscuro bien peinado y echado hacia atrás para acabar en una pequeña coleta que le golpeaba la nunca en cada uno de sus sinuosos movimientos. Su cuerpo estaba cubierto por una bata de enfermera  que dejaba entrever una sugerente ropa interior de color rojo. Prácticamente las piernas de la mujer se mostraban desnudas y eran tan hermosas, estaban tan curtidas,  que Raúl no recordaba haber visto jamás unas piernas tan perfectas. Por si fuera poco, la bata solamente estaba atada con un solo botón a la altura de sus pechos, que parecían querer escapar de ella apuntando directamente hacia el  muchacho. Raúl se encontraba feliz. Ante él estaba una de sus más acérrimas fantasías…solo que esto era la realidad. No sabía cómo había llegado a esta situación ni recordaba lo que había hecho la noche anterior. Se encogió de hombros y sonrió, todo daba igual.  Tras observar con ávido deseo el cuerpo esbelto de la enfermera, Raúl notó que tenía una fuerte erección. En ese mismo momento se dio cuenta que estaba desnudo y trató de girar la cabeza para echar un vistazo a la enormidad de su miembro pero no llegó a verlo. Tenía la cabeza pegada a la camilla y una fuerte correa de color negro le sujetaba por la garganta.
Rió cuando advirtió que una de las manos de la enfermera subía por su pierna y se excitó aún más cuando advirtió que el látex con que cubría la mano rozaba sus pelos. Cuando estuvo a punto de tocar su miembro erecto, la enfermera levantó la mano y en ese preciso momento  sintió el pinchazo de la aguja que se clavó en su cuello. Creyó sentir el líquido entrando en su cuerpo para correr con vertiginosa velocidad por sus venas. Apenas sintió dolor y lo asemejó a la a veces imperceptible picadura de una abeja.
Extrañado, y con la oscuridad cerniéndose sobre sus sienes, Raúl dirigió su mirada, ahora vidriosa y cansada hacia la enfermera, que le sonrió con sus preciosos ojos de color castaño. Como si fuera lo que el muchacho estuviera esperando, la enfermera soltó la jeringuilla y Raúl escuchó el sonido cuando la aguja cayó al suelo. Tuvo la sensación de que se había partido y le pareció que sonaba como un lejano trueno que anunciaba la extinción de una tormenta que jamás se aproximaría. Entonces sonrió. Y lo hizo en el preciso instante en el que la enfermera dirigía sus manos hacia la altura de su pecho y se desabrochaba la bata, que cayó hacia los lados, dejando ver un vientre desnudo y bronceado, donde se podía apreciar el dibujo de una serpiente rodeándole el ombligo. Los ojos de Raúl se desorbitaron al contemplar el sujetador que apretaba los pechos turgentes  de la enfermera  y su mirada resbaló por ellos para depositarse en las pequeñas braguitas que enseñaban más  de lo que podían sugerir.
A pesar de que Raúl estaba cansado y su mente se oscurecía  por momentos, deseó que la enfermera lo tocara por fin y como si hubiera accedido a sus más íntimos anhelos, vio a la mujer que se quitaba los guantes y agarraba su pene. La explosión de placer que sintió lo hizo estremecer y su dicha fue sublime cuando vio que la cabeza de la joven enfermera bajaba para buscar lo que ya sujetaba  entre sus manos…


-¿Qué es lo que tenemos aquí?.-preguntó el inspector de policía cuando llegó al lugar donde habían encontrado el cuerpo mutilado.
-Un chico de 17 años.-dijo la agente que había encontrado el hallazgo. La policía se levantó para mirar a su superior y los ojos de ambos se cruzaron en una complicidad que pasó inadvertida para el resto de oficiales.
-¿Qué ha ocurrido?
-Lo mismo que a los demás.-dijo la agente  mirando al cuerpo desnudo que yacía bajo sus pies.-Tiene marcas en las muñecas, cuello y piernas y le han extirpado sus órganos genitales, los ojos, los dientes y la lengua con una precisión quirúrgica.
-¿Tiene nombre?
-Su ropa estaba hecha un ovillo detrás de aquellos matorrales.-la policía señaló hacia la derecha y cogió aire antes de hablar de nuevo.-y también hemos encontrado su cartera. Se llamaba Raúl Sánchez, vivía en las inmediaciones. Sus padres vienen de camino.
-Bien.-admitió el inspector. Agachó la cabeza y contempló el cuerpo mutilado unos instantes. Permaneció perplejo ante la horrible expresión en el rostro del cadáver y aguantó estoicamente la mirada profunda de las cuencas vacías del muchacho. Después, se dio la vuelta y se alejó hacia su vehículo.-Trata de ocultar los detalles más escabrosos y tapa ese jodido cuerpo, que sus padres no lo vean.
-Claro señor.-dijo la agente y cuando se agachó sobre el cuerpo del joven sus pequeños labios esbozaron una imperceptible sonrisa. En aquél momento, a pesar de que no tenía el rostro tapado  por una mascarilla ni llevaba su cuerpo cubierto por una bata de enfermera, los ojos de la policía brillaron con una maligna intensidad y sintió en su interior la caída de un torrente de adrenalina que estaba dispuesta a repetir las veces que hicieran falta.
Luego,  en la soledad de su hogar, refugiada por las sombras de la noche y en compañía del inspector, ya tendría tiempo de disfrutar de los pequeños y suculentos trofeos que guardaba en uno de los compartimentos secretos de la nevera.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tener cuidado con lo que se desea...

Ms. Davis dijo...

por lo general lo que mas disfruto de tus relatos es el suspenso, pero esta vez la sensualidad me a dejado impresionada, cada dia demuestras nuevos talentos =)