CRIMEN en la NOCHE

Cuando Ángela entró en la panadería escuchó la conversación que estaban manteniendo algunas vecinas con el dependiente.
-¿Y cómo ha sido?.-preguntó una mujer de mediana edad.
-Igual que las otras.-respondió el panadero mientras le daba el cambio a un chico joven.
-Pobres mujeres, la vida que llevan para acabar en manos de un perturbado.
-La policía sigue sin pistas pero está interrogando a todos los vecinos, sospechan que el asesino puede vivir por la zona.

Ángela evitó participar en la conversación y pidió tres barras de pan que el panadero le despachó con una sonrisa, después salió de la tienda. Notó la amplia presencia policial y agradeció ver a numerosos agentes deambulando de un lado a otro, con la esperanza de atrapar a un asesino que siempre actuaba de noche. La verdad es que aquellas tres últimas semanas habían sido horribles. Nueve prostitutas brutalmente asesinadas y todo indicaba que el asesino estaba dispuesto a continuar sembrando el pánico.

Ángela se introdujo en un portal y subió las viejas escaleras de madera hasta que llegó al segundo piso. Metió la llave en una de las cerraduras y al abrir la puerta escuchó a sus cuatro compañeras de piso hablando en el pequeño salón; giraron sus cabezas y la saludaron.

-Han matado a otra.-anunció Ángela con el rostro sombrío.
-Lo sabemos, lo acaban de decir en las noticias.-respondió Elisabeth, una exuberante chica pelirroja que fumaba un pequeño cigarrillo.
-¿Se sabe algo?.-se interesó Ángela.
-Nada, no hay pistas.-dijo otra de sus compañeras.-Le han rajado el cuello y después le arrancaron los ojos, como a todas.

Ninguna de las chicas dijo nada más y Ángela tomo asiento junto a sus amigas. Fue ella quien decidió romper el hielo.
-Creo que esta noche no debemos trabajar…
-¡Claro! ¿Y quién va a pagar el alquiler?.-protestó enérgicamente Elisabeth lanzando una mirada furiosa a una Ángela que no pudo evitar agachar la mirada.
-Todas sabemos que salir de noche es peligroso, querida Ángela, pero no tenemos otra opción.
-Además, ahora hay muchos policías, estaremos protegidas.-añadió una de ellas.
-Pero nos pueden detener por ejercer la prostitución…
-¡No lo creo!, Ellos están más preocupados en buscar al culpable y en protegernos que en detenernos. Esta es nuestra oportunidad porque las otras chicas no saldrán y entonces podremos elevar las tarifas y aprovecharnos de la situación.
-Tengo miedo.-reconoció Ángela.
-¡Todas lo tenemos!!

Ángela se levantó y se refugió en su pequeña habitación. En aquellos momentos necesitaba estar sola.Se miró en el espejo y vio su rostro turbado por la extraña sensación de que en cualquier momento ella podría ser la siguiente víctima. Era una chica guapa, aquellos ojos verdes destacaban en su rostro joven y su mirada jugaba siempre un papel importante. Recientemente se había cortado su larga melena negra y ahora llevaba el pelo corto, casi como los militares. Se tumbó en la cama y rezó. Hacía tanto tiempo que no lo hacía que se le habían olvidado algunas frases.
No dejaba de pensar en los cuerpos mutilados de las prostitutas halladas en callejones oscuros. Todas ellas con el cuello rajado y, lo más escalofriante, los ojos de las víctimas habían sido extirpados bruscamente, como si el asesino sintiera una rabia extrema y arrancara de cuajo los globos oculares de las desdichadas mujeres.
Ella tenía miedo. No quería convertirse en la presa de un loco desquiciado. A pesar de que temía las quejas de sus compañeras, estaba dispuesta a armarse de valor y confesar que durante algunos días, ella no iba a trabajar.Así lo hizo y las reacciones de sus amigas no se hicieron esperar, pero no cambió de idea pese a las protestas. Aquella noche ella no salió.

Nada sucedió. Sus amigas regresaron a altas horas de la madrugada con un buen puñado de billetes, acompañadas de una sonrisa complaciente, satisfechas de la recaudación obtenida aquella noche. El asesino no había actuado.Tampoco lo hizo en noches posteriores.
Meses después el recuerdo de los crímenes quedó relegado al olvido. Nadie supo nunca si habían atrapado al responsable o si por alguna extraña circunstancia éste había dejado de actuar. Atrás quedaron los cuerpos destrozados de las víctimas, todo había regresado a la normalidad…
…hasta aquella misma noche.

Ángela se colocó la peluca de color rojizo sobre la cabeza y los largos cabellos llegaron hasta la altura de su cintura. Vio sus alegres ojos verdes reflejados en el espejo y sonrió mientras se pintaba la cara, marcando con énfasis sus expresiones.

Se colocó bien la pequeña faldita de color negro que cubría hasta la mitad de sus muslos y enfundó sus largas y rollizas piernas en unas medias negras que exaltaron su belleza. Después se colocó unas botas negras de alto y fino tacón que le llegaban hasta las rodillas y meneó su puntiagudo trasero para ajustar de nuevo la falda. Estiró la camisa ceñida que llevaba y se abrió varios botones, los suficientes para enseñar descaradamente un pequeño sujetador incapaz de ocultar el volumen de sus pechos. Cogió un bolso y lo abrió, cerciorándose de que llevaba consigo algo que horas antes había introducido en él. Salió del piso con una amplia sonrisa dibujada en su angelical rostro.
Pero aquella sonrisa desapareció por completo cuando puso su primer pie en la calle. Su rostro se transformó, mostrando una expresión fría y severa, pavorosa.
Sus bellos verdes ojos proyectaron una mirada furiosa y escalofriante que disimuló colocándose unas enormes gafas negras. Ángela caminó notando que la sangre le hervía en su interior, como si sus venas se estuvieran hinchando por una excitación que poco a poco fue sacudiendo cada poro de su cuerpo. Apretó los dientes con rabia y se adentró en oscuros callejones, buscando con ansia un objetivo con el que paliar su sed de venganza.
Allí estaba.
Si.
Una chiquilla de apenas veinte años.
Estaba sola.
Indefensa.
Se acercó a ella con el sigilo de una hambrienta pantera e introdujo su mano en el bolso, del que extrajo un afilado cuchillo. La joven no pudo percatarse siquiera de su presencia. Ángela se abalanzó sobre ella y con un movimiento rápido y bien ejecutado, rebanó el cuello de la desdichada, cuyo cuerpo cayó al suelo agitándose, mientras de su garganta salía sangre a borbotones.

Ángela se sintió repleta de vida, satisfecha y feliz, pero aún necesitaba más. Agarró a la chiquilla por los cabellos y manipuló el cuchillo, acercándolo al rostro de la joven, que ya había muerto. En cuestión de segundos, Ángela logró arrancarle los ojos y durante unos instantes permaneció en silencio, contemplándolos. Sentía un placer inmenso, indescriptible, un torrente de emoción que la hizo estremecer. El éxtasis la invadió, sus piernas temblaron y sus ojos se humedecieron. Una vez más… aquella grata sensación…
El asesino había vuelto a actuar.
Una joven prostituta volvía a ser la víctima.


Ángela se alejó de aquél lúgubre callejón convencida de que al día siguiente todos volverían a hablar del nuevo crimen. Ella olvidaría lo ocurrido.
Volvería a sentir miedo…
Pero en lo más profundo de su corazón, en algún recóndito punto de su mente enferma, ella sabía perfectamente que en un futuro volvería a actuar, sí, cuando la noche así lo precisara, ella la teñiría de sangre.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno tio.......en tu linea..jajajaja

Anónimo dijo...

nunca me hubiese figurado quien era

Anónimo dijo...

Hola Manuel, mi nombre es Raúl, vivo en Zorritos, frontera norte de Perú. Leí los cuentos del blog y me parecieron sensacionales, bien escritos, captaron mi atención, palabra por palabra. Tienes un don y estimo debes dedicar un tiempo a hacer algo profesional, una novela. De seguro encontrarás un tema adecuado y habremos muchos que, con suma ansiedad, estaremos pendientes para adquirirlos.

Anónimo dijo...

No sé por qué pero me estaba imaginando el final jajaj, pero me ha gustado, sí señor.

Anónimo dijo...

Desde Chile ... genial... te seguimos

Rompedor, demoledor, excitante

Raul Nuñez

Anónimo dijo...

EXCELENTE GIRO DEL FINAL. BUENA HISTORIA.